Se agotó el tiempo de espera. Tras dilatar el tema durante semanas, Victoria Villarruel cedió a las presiones de la oposición y convocó, finalmente, a una sesión para tratar el mega DNU este jueves en el Senado. La inclusión en el temario del decretazo desregulador de Javier Milei fue una sorpresa: Villarruel se resistía a incluirlo, sabedora de que una vez que el tema llegase al recinto el rechazo sería inevitable. Pero el malestar generado por las idas y vueltas sobre las dietas de los legisladores llevó a que la vice presidenta se quedara sin oxígeno para continuar resistiendo. Es así que, este jueves a las 11, Milei se enfrentará a una nueva derrota legislativa. Una derrota que será aún más devastadora que la de la Ley Ómnibus, ya que se estima que el rechazo al DNU ronda, por estas horas, casi los dos tercios del recinto. La gran incógnita es qué hará el radicalismo, que se encuentra en una encrucijada que podría derivar en una ruptura del partido.
Crónica de una convocatoria inesperada
Temprano a la mañana, el panorama en el Senado era otro. El temporal había retrasado todos los vuelos a Ciudad de Buenos Aires y, por unas horas, la lluvia amenazaba lograr lo que las negociaciones con los gobernadores no habían logrado: dilatar, por unos días más, la caída del DNU en el Senado. Unión por la Patria hacía cuentas y se mordía las uñas: había demasiadas ausencias como para poder garantizarse una mayoría en el recinto. Y es que, originalmente, la estrategia del peronismo no concebía que Villarruel pudiera incluir el mega DNU en el temario. UxP, en realidad, apostaba a forzar el tratamiento en el recinto cuando el oficialismo convocara su primera sesión. Necesitaban una mayoría fuerte para tratar el tema sobre tablas, ya que se anticipaba una furiosa discusión técnica respecto de si eran o no necesarios los dos tercios del recinto, y las ausencias por culpa de la lluvia los tenían preocupados.
Con el correr de las horas, sin embargo, los vuelos comenzaron a despegar y los aliados del oficialismo que iban llegando al Senado comenzaron a presionar a Villarruel para que incluyera el DNU en la sesión del jueves. La relación con estos «aliados» -es decir, la delicada «mayoría» compuesta por PRO, radicales y bancadas provinciales que Villarruel había logrado construir para dejar de lado al peronismo- se había ido erosionando en los últimos días, fundamentalmente debido a la marcha atrás que Milei ordenó contra el aumento a las dietas de los legisladores. La relación venía tensa de antes por culpa de los insultos presidenciales y las amenazas de cerrar el Congreso y el lunes, finalmente, la firma que Villarruel estampó en la resolución que retrotraía los aumentos fue la gota que colmó el vaso. Ya a la tarde, derrotados, en LLA comenzaron a advertir: «Hay 42 senadores que pidieron el tratamiento del DNU. El PJ nunca quiso charlar nada con nosotros, pero otros bloques que sí y en defensa de la institucionalidad no quedó otra que convocar».
Tarde a la noche salió, finalmente, la convocatoria. La sesión comenzará el jueves a las 11 de la mañana y, además del DNU 70/2023, contará con otras iniciativas en el temario. Una es la reforma de la ley de lavado de activos que pide el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) que ya tiene media sanción de la Cámara de Diputados. También la autorización al presidente para viajar al exterior, así como varios tratados internacionales para evitar la doble imposición.
La frutilla del postre, sin embargo, será el tratamiento del DNU que modifica y deroga decenas de leyes -como la de Alquileres, la de Tierras, la de Góndolas-, plantea una reforma laboral regresiva -suspendida por la Justicia- y habilita la desregulación de las prepagas. LLA no tiene el número para aprobarlo, por lo que el jueves Milei sufrirá una enorme derrota. Se espera que casi dos tercios del recinto lo voten en contra: los 33 de UxP, pero también los dos santacruceños que responden a Claudio Vidal, el entrerriano Edgardo Kueider, el correntino «Camau» Espínola, la rionegrina Mónica Silva y los misioneros. Habrá, a su vez, algunos votos radicales en contra, lo que podrá generar una ruptura adentro de la UCR.
La encrucijada radical
El radicalismo se encuentra frente a una encrucijada. La UCR no tiene una postura unánime respecto de qué hacer con el DNU: hasta ahora, la estrategia había sido la de la dilación, fomentada por los gobernadores radicales y Rodrigo de Loredo, que vienen pujando por adoptar una postura dialoguista, Milei friendly. El plan había sido dilatar y dilatar hasta convencer al presidente de tratar el mega DNU por partes -ya fuera en la Bicameral de Trámite Legislativo o en el recinto- o hasta que, al menos, se lograse arribar a algún consenso interno. Lo que llegara primero. En la vereda de enfrente, mientras tanto, estaba la línea más dura, comandada por Martín Lousteau y Facundo Manes, que exigía adoptar un rol más opositor. Era un sector minoritario que, sin embargo, comenzaría a crecer frente de cada destrato del presidente.
En el Senado, hasta ahora, la UCR se había mostrado más arisca a las veleidades dialoguistas de De Loredo. El vice presidente del bloque, el fueguino Pablo Blanco, había, incluso, firmado junto a otros bloques provinciales uno de los pedidos de sesión para tratar el DNU. No era el único, sin embargo, que advertía que, de llegar el decretazo al recinto, lo votaría en contra: en ese grupo estaban también Víctor Zimmermann, Maximiliano Abad, Daniel Kroneberger y el propio Lousteau. Aunque cada uno con distintos grados de rechazo.
La cumbre con los gobernadores en Casa Rosada congeló, brevemente, los ánimos más belicosos. Pero a los pocos días, Lousteau, salió a marcar la cancha y publicó un comunicado del Comité Nacional en el que le reclamaba a los legisladores radicales que no votasen normas que fueran contra la Constitución. Es decir: era un mensaje dirigido a votar contra del DNU. Era, según advertían en Diputados, el «paraguas» que necesitaban Lousteau, Blanco y el resto de los senadores más críticos para ir en contra de los deseos de los gobernadores radicales y votar en contra del DNU.
Frente a este escenario, la UCR se enfrenta a un dilema más grande que LLA, que ya está resignado a perder la batalla en el Senado. El radicalismo deberá construir, en las próximas horas, un discurso que permita explicar los votos contradictorios. O arriesgarse, el jueves, a forzar una ruptura del partido.